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Un noble romano, que tenía dos hijos, fue al oráculo a consultar a la adivina respecto a la suerte de sus dos hijos.
Uno de loos hijos del anciano era poeta; el otro, soldado.
La adivina le dijo que uno de sus hijos iba a tener un éxito inicial en su carrera, pero que la misma se iba a truncar abruptamente. El otro, dijo, será famoso por sus palabras, mismas que serán repetidas por millones de personas hasta que el mundo se termine.
El anciano se dijo que, desde luego, el hijo poeta sería famoso por sus palabras, por lo que se alegró mucho. Mas se entristeció por su hijo militar, quien seguramente moriría en el transcurso de alguna batalla.
Sucedió que su hijo poeta empezó a destacarse por sus versos, pero cayó en desgracia ante Tiberio y fue ejecutado por orden del Emperador.
En cambio, su hijo militar es famoso aún hoy por aquellas palabras que dijo a cierto carpintero: "Señor, yo no soy digno de que entres a mi casa, mas di una palabra y mi criado quedará sanado".
