domingo, agosto 22, 2021

Querido tío Coyote

Te escribo porque te soñé.

Sí, soñé contigo, aunque sólo recuerdo una sola escena (sí, como si fuera cine). Una sola escena, desde que desperté hasta ahora.

La mente, lo sabes, nos juega chueco siempre. Mi mente sabe, aunque yo no lo recuerdo con exactitud, que acaba de cumplirse un año desde que nos dejaste.

Recuerdo cuando me dieron la noticia. No sabes cómo deseé, como deseo aún, haber estado en nuestro viejo San Juan (cómo bien sabes nuestro San Juan es más viejo que el de Puerto Rico) para estar cerca de ti, de tu cuerpo, sentir que estás cerca para acompañarme y aconsejarme como siempre lo hiciste, desde que me acuerdo.

Cómo te digo, la mente nos juega rudo, y hoy me la he pasado en la xodida melancolía y la xhingada nostalgia de tanto tiempo juntos, de tantos recuerdos, de tanto que pude haber hecho para compensar en algo de todo lo que hiciste por nosotros. Y no hablo de cosas materiales, que bien sabes es lo menos importante, porque, aún con tantas carencias materiales (entonces no lo sabíamos, no necesitábamos tanto) tú, mis padres, mis tíos, mis abuelos, nos dieron la mayor de las riquezas: la familia que nos tocó, llena de amor.

Bueno, creo que ya sabes qué fue lo que soñé, la escena que recuerdo, pero te platico para que el anónimo lector que pueda leer esto lo sepa.

Estábamos en una reunión como hubo tantas en casa de los abuelos, con el montón de mesas haciendo una herradura en la parte cubierta del patio. Yo estaba sentado dónde está el cuarto del tío ángel, viendo hacia el centro del patio, dónde tantas veces jugamos futbol. Levanté la mirada y vi que te dirigías a la calle, platicando muy quitado de la pena con el tío Pedro Monroy. 

Cómo te he dicho, es lo que recuerdo. Que quien me lea saque sus conclusiones. Para mí, es la confirmación de lo que ya sabía, de lo que mi corazón sabe desde que te fuiste. Que estás en un mejor lugar que éste, y que Pedro y tú están viendo por todos nosotros.

Gracias por eso. Sabes bien que la seguimos regando gachamente.

Descansa en paz, tío Coyote. Espero que cuando nos reunamos de nuevo te sientas orgulloso de mí, tanto o más de lo que yo estoy orgulloso de ti. Gracias por ser mi tío.

Te quiero mucho. Te extraño un poco menos desde que te vi en mi sueño.

Ya nos tocará vernos, en el mundo de los sueños o en la otra vida. No permita Dios que los olvide a todos ustedes, que nos cuidan desde allá.

Tu sobrino favorito, que te extraña horrores.